lunes, 6 de octubre de 2008

Llorar

Llorar es un sentimiento demasiado cercano a todos. Los llantos de alegría no están permanentemente en el recuerdo como sí los otros, más amargos, sin siquiera edulcorante. Las lágrimas derramadas de chicos nunca son en vano, representan incluso posibles valores de grande. Dentro de eso, en una charla algo reciente, recordé haber visto Trapito, haber leído los cuentos de la Selva de Quiroga (en esta charla el punto era el cuento de los cachorros de coatíes y el cachorro de humano) y también Bambi. No leí 'Mi planta de naranja lima', lo cual tal vez me hubiera llevado a la lágrima. Bambi y Trapito no lo hicieron, de hecho no tengo recuerdo más que el de haberme aburrido. Sin embargo mencioné, que en mis 10 años de edad, me vi sentado en la mesa con mi viejo y mi hermano, teniendo enfrente de mí, la pantalla del televisor pasando la película Romero, con el ya extinto Raúl Juliá. Recuerdo claramente que terminó la historia, cuando empezaron los títulos, me levanté de la mesa, me fui callado hacia mi cama, me acosté boca abajo y lloré. No creo que haya sido el primero, pero era un llanto amarguísimo. Mi viejo vino atrás mío y me trató de hablar, aunque no pudo decir mucho. Creo instalé algo que es cotidiano, esa impotencia, ese deseo de que algo sea distinto y que está tan lejos el poder maniobrarlo. Y eso sin haber sido un defensor de la Iglesia o algo por estilo, (por la situación de sacerdote del protagonista, aclaro) Hoy por hoy, por lo que sea, encuentro que no tengo demasiado de eso, aún al ver documentales y programas sobre épocas nefastas, tengo la sensación, la bronca, las ganas de cambiar, de mejorar, el sentimiento de rebeldía (algo más viejito), pero no tengo lágrimas para ello. Tal vez por eso me sea de utilidad leer 'Mi planta de Naranja Lima'.

No hay comentarios: