jueves, 28 de octubre de 2010

Un Adiós, postales

Una plaza de Mayo triste, pero con una sensación que no llegaba a la desesperanza.  No parecía el fin de algo, sino una situación inesperada. Aunque por momentos uno podía advertir esa cosa, ¿no?  Ese abismo enorme que parece abrirse.

He visto personas llorar desconsoladamente.  No despedían a un ser querido, sino a un referente. Y sí, me permito exagerar, fue como miles de personas que despedían un héroe de guerra.  Tal vez, para otros, no es una exageración.  Centenares de desconocidos allí, lamentándose, afligidos.  

Un obrero de la construcción, chivado, con el pelo largo enrulado, tenía los ojos llorosos.  Respondía a un periodista antes de entrar al Salón de Patriotas Latinoamericanos.  Decía que no se había terminado el proyecto Nacional y Popular.  Antes de entrar, un hombre lo recibía y pedia que dejara la solitaria flor que llevaba e su mano.  El joven miró sorprendido y preguntó "¿No puedo pasarla y dejarsela yo?"  Al recibir la negativa, pareció caer otro peso sobre sus hombros.  

Al salir de aquél lugar, ese hombre que seguía delante mío, se desplomó en un pasillo.  Se apoyó en la pared y lloró como un niño.  Personal de servicios médicos, a su vez, llevaban de los brazos a una chica de unos 30 años que gritaba sus lágrimas.

Salí, caminé, limpié un poco mis ojos. "Los lentes" me dije a mi mismo.  Y me puse a escuchar un poco de música.  Esas cosas que tiene el random, Skay decía:

"Cuando veo la mañana
y cuando el cielo es más azul
cargo a cuestas mi mochila,
otro sueño otra cruz.
Persiguiendo mi estrella,
una luz en la oscuridad,
voy a andar los caminos
y volverte a encontrar."

Aunque tal vez, alguien me quitó el auricular y lo gritó a viva voz.





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