Entre los destacados títulos de ayer en diarios on line, se presentó la reunión que el presidente electo de Uruguay, Pepe Mujica, realizó con empresarios para incentivar la inversión en el vecino país de Uruguay. El llamado no tiene, en mi punto de vista, puntos criticables. El país, como cualquier otro, necesita de la inversión para forzar al menos un crecimiento que luego puede intentar mantener mediante producciones propias. La realidad argentina debe ser distinta, tan solo hace falta considerar la extensión territorial de uno y otro país.
Más allá de eso, el economista Miguel Kiegel afirmó en Radio Mitre que el motivo de esta reunión se basa en un intento por limpiar el preconcepto que muchos empresarios pueden tener para con el futuro presidente uruguayo. "Mujica está tratando de despejar todos los temores que hay por su pasado tupamaro", fueron sus dichos.
Transpolemos un poco, y pensemos, si es que este razonamiento es correcto, por qué puede estar un poquito mal visto en nuestro país que un Vicepresidente opositor se reúna con funcionarios militares.
No es que todos pensemos que los militares sean todos golpistas, o que el Vicepresidente sea un traidor que basó en esto su intachable carrera política
Mujica no trata de limpiar su pasado, sino de hacer política hoy. En la Argentina nos la pasamos pidiendo olvidar solamente para volver a caer en lo mismo.
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