No me sale a veces pensar. Es más, me encuentro en vanos intentos durante la noche, pero no sale. Y entonces tengo que mirar la palma de mi mano, donde alguna vez anoté tu mail y siento que detrás del tiempo, la transpiración, los gérmenes, sigue ahí, en la tinta azul que reclamaba no posarse en un papel blanco. Y por ahí salgo, miro, pienso, escucho, y todo parece caerse a pedazos. Veo chicos en la calle a los cuales el mundo teme y quiere matar, pero siguen ahí, viven igual que hace 10 años, pero claro, entonces no era bueno mirarlos. A veces la actualidad me quema, pero de repente, llega la noche y miro al cielo y eso tan cursi que te dije una vez, que de tan cursi es cierto, la estrella sigue brillando. Y en el medio del todo, la rutina, el siempre lo mismo, el cansancio, el calor, el triste mismo recorrido día tras día. Y el miedo, el temor, la tristeza de pensar que ya no se es.
Pero después nada es lo que puede ser, lo que pudo ser, lo que parece ser. Detrás de las palabras siempre hay un momento de reflexión, un pensar, parar la pelota y mirar si conviene patear la pelota para atrás y arrancar de nuevo con el 4.
¿Viste que no todo es como uno espera? De repente las ganas están, de repente no están. A veces pareciera que no están nunca, a veces uno las reprime. Otras no. Otras simplemente se deja fuir y al darse cuenta ya van varias líneas en las que siento que voy diciendo lo que siempre digo en voz baja. Y me encuentro mirando el espejo en un bar, y ahí estás. Como esa estrellita, como esa dirección en la palma de mi mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario