Es la herida más profunda que tenemos. Como Generación me tocó al final, y sí, reconozco también mi responsabilidad en el hecho. Como todos. No es el sólo hecho de no haber estado allí, de no haber ido por un no gusto hacia la banda. Todos, en cada medida. Nos encontramos en el día de hoy en el medio de un juicio que ya perdió interés mediático y que sin embargo sigue tan lejos del verdadero debate como el primer día después de los llantos inconsolables. Cromañón barrió a una generación, una sociedad, un empresariado inescrupuloso, funcionarios corruptos, una manera de vivir el rock que pasó de ser festivo a criminal y el culto que propiciaban las bandas de barrio, que veían en la expresión futbolera el punto máximo de la pasión hacia ellos mismos. En el medio hubo lo que hubo. Aníbal Ibarra se fue y volvió del mismo modo. Omar Chabán se escapó, fue a la cárcel, se dejó la barba y salió para comer en restaurantes con Katja Alemann. Callejeros volvió a tocar en un lugar cerrado. La banda continúa con el apoyo incondicional de miles de fans que piden no culpar a los músicos pero que tampoco conciben la idea de que se les endilgue la enorme responsabilidad que les cabe. Ya desde ese punto de partida cualquier sentimiento de justicia se vuelve difícil, del mismo modo los actos de algunos padres que buscaron en su momento una especie de justicia de mano propia, inclusive atacando personas que nada tenían que ver con la muerte de sus hijos y familiares. Hecho que es repudiable pero que tampoco admite la intromisión de funcionarios del poder político para hacer solamente buena letra y desviar la atención de la enorme mayoría de padres que solicitan justicia en paz.
Todo esto para saber que seguirá, el dolor, la sensación, la tristeza. No hay que buscar un solo responsable, son muchos niveles de responsabilidad, en todas las capas sociales. Creo que en estos 4 años no vi ni escuché ninguno que lo acepte. De ninguna parte. Ni del político, donde las coimas y el mirar a otro lado sigue. Ni en la sociedad, donde los pibes decían, cuando se realizó el Gessel Rock 2005, que volverian a prender bengalas. Ni de parte del rock, donde Las Pelotas suspendió la salida del disco Show porque tenía la foto de un chico con una bengala durante un recital. Uno desde su lugarcito no puede obligar a que pase eso. Pero aprendamos que no es uno solo el culpable, ni Chabán solo, ni Callejeros solo, ni el Estado solo.
En el medio de tanta opinión política, siempre espero que el Nunca Más no sea una frasecita suelta en el inconciente. El Que No Vuelva a Pasar también lo debería ser. Y siempre veremos esas 194 caras sonrientes en fotos que piden justicia. Si logramos al menos un poquito de todo eso, algún día las podremos mirar a los ojos.
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