miércoles, 8 de agosto de 2007

El nuevo Recluta PARTE 3

Santiago camina junto al ángel, sin hacer preguntas. Es más, el ángel es quién parece más dubitativo con respecto a su tarea. –¿Por qué lo hiciste? –pregunta finalmente. –Porque sí. Porque quise hacerlo, porque todo tiene que ser así –contestó. –No tiene que ser así, Santi, las cosas no están definidas. Nadie sabe como tienen que ser, ni siquiera Dios. Hasta él está confundido... –siguió el ángel, pero Santiago lo interrumpió. –No podés saber eso, nunca tuviste contacto con Dios, y él no se deja ver.-Dijo –No, pero me contaron... –nuevamente Santiago corta el diálogo. –Te contaron... eso es lo que no me gusta, se maneja todo de una manera distinta –le comentó. –Eso te dicen, pero vos no sabés cómo es en realidad todo eso, vos estás cegado por algo, a vos te prometieron que a la piba esa que te enamoraste no le va a pasar nada, entonces vos agarrás y te vas... ¿o no? –terminó preguntando el ángel. –Si... puede ser... si, es eso, ¿y qué? –lo desafió –Y nada, vos sabés que no va a ser así, sabés que en la primera que puedan la hacen volar, y vos no podés hacer nada, porque ya sos de él, ya no tenés autonomía, ya... –decía el ángel, mientras de vez en cuándo sacudía las alas, como algo inquietas. –Vos tampoco tenés autonomía. Ni siquiera tenés nombre, sos ángel –dijo el muchacho. –Y bueno, ¿qué te parece que es Angel?, un nombre –contestó indignado casi, provocando una sonrisa en Santiago. –Esto es muy feo Angel... todo es feo, un lado es horrible, el otro es igual, pero parece mejor porque es todo blanco... ambos están resentidos, ambos sabían que esto iba a pasar, y los hombres no podíamos hacer más que sus voluntades... Y eso es lo que hacemos. Somos hombres, nacemos de un lado, nos bautizan y pasamos al otro, después nos cogemos una mina y nos pasamos al otro, hasta que nos confesamos. –contaba Santiago mientras pitaba de vez en cuando el cigarrillo, y gesticulando con las manos, en movimientos hacia delante, como simulando una gran barriga. –¿Cogemos? –preguntó el ángel. –Si, si, cogemos, fornicamos, sexo, hacemos el amor... eso que ustedes no hacen –dijo el hombre. –Ah... bueno, pero hay lindas chicas en el cielo, che –comentó el otro. –Sí, pero no se pueden tocar –dijo Santiago, y tiró el cigarrillo casi consumido por completo. Finalmente se detienen. Llegan a un callejón. Es un lugar limpio, apenas algunas cajas desparramadas, con linyeras durmiendo debajo. Dos grandes edificios y una reja forman el lugar. Las paredes altas, de ladrillo, se juntan para dar intimidad al suceso. Un perro llega. Es un perro vagabundo, negro. Camina con cierta dificultad, como si lo hubieran golpeado. Santiago y Angel lo miran, sin ningún tipo de manifestación. El perro se para frente a ellos, de espalda a la reja, por un momento los mira y se relame el hocico. Santiago mira a Angel, y éste hace una seña de no saber qué pasa, levantando levemente los hombros. Las alas se sacuden fuertemente y el perro se asusta. –Perdón por la tardanza –se escucha. Un hombre de estatura mediana, más bien bajo, calvo casi por completo, de cara algo alargada y redondeada pasa por al lado del ángel, y le extiende la mano en forma de saludo. El recién llegado viste un traje azul claro, una corbata azul oscuro y zapatos negros. Saluda al ángel y luego a Santiago. –Disculpen, pero tuve que hacer otros trámites antes y no pude llegar a tiempo, ustedes saben que con esta guerra la gente está paranoica –cuenta el hombre mientras saca un pañuelo del bolsillo y se seca la frente. –Una vieja loca me sacó a sartenazos de la casa cuándo su hijo me invocó. Pobre pibe, se debe de haber ligado un par de escobazos, y no es mal pibe, digo, para lo que son las luchas, ¿no? –sigue hablando. –Me imagino que usted luchará constantemente allí, ¿verdad? –dice irónico, Santiago. –Usted debe ser Santiago Huertas, ¿verdad? –dice el hombre mientras echa una mirada que examina a Santiago de cuerpo entero. –Bueno, en verdad yo sólo ayudo a reclutar gente, y también vendo seguros de vida, pero no, no sirvo para el frente de batalla –dice mostrando una sonrisa impecable. –Y usted es... –pregunta al ángel. –La nueva incorporación del Club Atlético Racing Club –dice Angel. Santiago ríe fuertemente. –Bueno señores, les parece que empecemos a llenar estos papeles... –ignora el hombre calvo la broma de Angel, evidenciando la incomodidad que provoca su presencia. –Momento –interrumpe Santiago –¿no va a venir él? –pregunta. –Esteee... ¿a quién se refiere? –repregunta el hombre. –No se haga el gil –interviene Angel. –Mire, si se refiere al Diablo, en estos momentos está en el campo de batalla, esperando que yo le lleve algún nuevo recluta, de lo contrario... –pero es interrumpido nuevamente por Santiago. –Mire, yo el arreglo de palabra lo tengo con él, así que cuando esté disponible, me llama y venimos de nuevo, y hacemos todo lo que haya que hacer, hasta entonces... –Santiago hablaba y el hombre borraba su sonrisa de a poco, ahora estaba más bien ofuscado por la reacción de ambos. –Bueno, bueno, espere un momento que hago un llamado, ¿ok? –dijo y sacó del bolsillo interno del saco un teléfono minúsculo. Marcó, y dio la espalda a Santiago y a Angel, y comenzó a hablar muy despacio. El perro se había recostado en el medio del callejón y se había dormido. De vez en cuándo chasqueaba la lengua y mostraba unos pocos dientes. Sus ojos estaban lagañosos, y su lomo sarnoso parecía estar quemándose en carne viva. El hombre terminó de hablar y se dirigió a Santiago más que al ángel. –Bueno, mire, dice que no puede venir, pero que está dispuesto a salir mediante video, siempre que usted acepte –informó. Santiago miró a Angel, y éste no hizo ningún ademán. Miraba con sus ojos azules finos al hombre, como buscando en él algún rastro que le permitiese liquidarlo. –Bueno, está bien, acepto –dijo finalmente Santiago. –Perfecto, déjeme abrir la pantalla –el hombre, apoyó su portafolio en sus piernas y de forma dificultosa lo abrió. Una pantalla se mostró negra, hasta que fue encendida. Las rayas del satélite no mostraban nada. De pronto una imagen comenzó a hacerse nítida. Un ser flaco, de piel roja y arrugada. Los ojos eran también una línea horizontal, como la del ángel, pero de color fuego, en medio del iris, totalmente amarillo. Parecía estar en una especie de tienda de campaña, y se mostraba tranquilo. Un casco verde con una esvástica que parecía tratar de ser olvidada, descansaba en una mesita, como parte del decorado. –Hola, ¿me reciben bien?, ¿me copian? –preguntó. –Sí, si, hola señor, aquí estamos –dijo el representante. –...Perfecto, perfecto –contestó el diablo unos segundos después, debido al delay del satélite. –Aquí están Santiago Huertas y el enviado del otro, que vino a certificar todo –le informó. –... Bueno, bueno, me parece muy bien –dijo el diablo, tomándose con una mano un aurícular que debía de tener en su puntiaguda y larga oreja izquierda, mientras que con la derecha sostenía un pequeño micrófono. –Bueno, ¿les parece si ahora sí empezamos? –dijo finalmente el representante dirigiéndose a todos ahora. –¿Ese perro es suyo? –le preguntó el ángel. –¿Ese?... no, no es nuestro –contestó.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A ver si con ésto se te levanta un poquito el ánimo... No veo la hora de verte otra vez.
Te amo con locura! Besos.

Paco dijo...

TE mo, mi amorrrrrrrrrr, tarde pero te lo dije mil millón veces antes que lo puedas leer acá.