domingo, 5 de agosto de 2007

El nuevo Recluta PARTE 2

PARTE 2 Un hombre está en la cabina de teléfonos de enfrente. Parece algo abatido. Viste enteramente de negro, campera de cuero, polera, jeans, zapatos. Acaba de cortar. Y desde entonces no hace más que mirar el suelo. Su mano derecha es un puño descargando toda la furia contenida. Mira al cielo y cierra los ojos. Yo también miro al cielo, y una estrella parpadea intermitente, de forma casi paranoica. De pronto brilla más que nunca y se apaga. Ya no existe.. El hombre en el teléfono mira a su lado, camina unos pasos y se detiene en la esquina. Vuelve a mirar al cielo, como esperando algo. De fondo escucho algún ave que pasa. El hombre prende un cigarrillo, y tira el paquete, vacío seguramente. En un principio me causó mucha desconfianza su presencia, usted vio que en estos tiempos no se puede confiar en nadie. Pero ahora, además, me embarga la curiosidad. Aquél hombre parece buena persona. Tiene los cabellos negros, cortos, y la cara recortada como un perfecto rectángulo, a medio afeitar, y delgado, se notan sus pómulos desde aquí. A decir verdad sí, parece sospechoso. Pero tiene una actitud diferente que la de uno de esos chorritos que hay por ahí. Por las dudas yo sigo empuñando el arma, la tengo cargada, y la mano dispuesta a quitar el seguro en cualquier momento. El aleteo se hace más fuerte, pensé que ese pájaro se había ido. El hombre sigue mirando algún punto fuera de mi vista, en la vereda de enfrente. Las alas vienen de ese lado también. De pronto aparecen, enormes alas, blancas, derramando plumas como una gallina escapando del cocinero. Sólo que no es una gallina, es un hombre. Un hombre de cabellos dorados rizados. Tiene el torso desnudo y una especie de seda que le cubre las partes pudendas, si usted me entiende. Después de eso no tiene vestimenta. Aletea y aterriza en la vereda, no sin dificultades, y camina con paso decidido al hombre. Las alas se unen, pero no pierden su esplendor, y apenas algo de su tamaño. Espero sólo que me dé una razón para bajarlo y mostrarlo a los diarios. Se junta con el hombre, e inmediatamente se ponen en marcha, casi a la par. Pasan nuevamente por el teléfono y por enfrente a mi ventana. Se detienen, y esa cosa extraña semidesnuda mira hacia mí. Tiene los ojos blancos, enteramente, de no ser por unas pequeñas y delgadas líneas azules que los cruzan de forma horizontal. Mira pero no hace ningún movimiento. Yo estoy listo, dame una sola razón para volarte la cabeza, a vos y al otro, no me importa, dame una sola razón y los cago a tiros, no va a ser la primera vez que acabo con dos bichos raros enfrente a mi casa. Pero no... siguen caminando. Se van. Se alejan poco a poco de mi lugar...

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