miércoles, 6 de mayo de 2009

Feria del libro (sin Fernet)

Tras 5 años de ausencia volví a encontrarme con la Feria del libro. De la misma manera de siempre, día domingo, pasadas las 18 horas, con la idea de que el muchacho Gustavo Sala estampe un dibujo en el libro Bife Angosto.
Caminé por entre los stands, sintiendome algo mareado, la cantidad de ideas buenas que había por ahí abrumaban mis bolsillos de la cantidad de pesos que, sentía, se sumaban en el ambiente. La ausencia más que notoria de los puestos de Fernet, me encabronó un poco, para qué negarlo. Durante los años que fui sin interrumpir el paseo, había logrado descular el complejo sistema al que debía acostumbrarme para salir de la feria, no sin bolsas llenas de historias para desarrollar la mente, pero sí con la mente tambaleante. El puesto que estaba en la entrada de lo que se conoce como Salón de descanso, era el más concurrido. Largas colas se organizaban para esperar el momento en que las promotoras nos permitiesen tomar uno de los vasitos de plástico con Coca-Fernet o Spite-Brancamenta. Pero siempre los vasos con menos hielo solían volar antes, claro está. El truco era agarrar los que estaban en las esquinas más próximas a la pared, ya que a ese punto, los vasitos contenían menos coca, menos hielo y más bebida alcohólica. Pero no era el mejor punto del plan, sino que éste consistía en ubicar rápidamente el segundo puesto, en el área de comidas. La sincronización de los movimientos nos permitía entonces, caminar el trayecto entre un puesto y otro, tomar el primer trago y llegar, tras 15 minutos (reloj) al puesto que recién comenzaba a permitir la degustación. El tiempo se repetía si uno quería un tercer fernet, debía volver sobre los pasos hacia el puesto primero. No creo que después de tanto tiempo, con más años encima, hubiese aguantado la debacle que solía devenir tras la seguidilla de letras y Fernet con Coca. Y en este caso me fue beneficioso. A la sexta ronda ya se me hubiera vuelto difícil encontrar el camino entre puesto y puesto, lo cual me hubiera dejado con muy mal humor. Y para colmo hubiera encarado a los gritos a alguno de los firmantes, en particular, a Guillermo Salatino, por querer hacerme comprar un libro sobre Racing para que me estampe una firma, y aproveche uno de los pocos momentos en que está en el país y no lo escucho por radio comenzando sus columnas diciendo "estoy en Paris"; "estamos en Miami"; "acá estamos en Wimbledon".
Salata firma un libro
Pero la cosa iba más allá. Me encontré con que Sendra también firmaba libros. Ya más acorde a mis gustos, al tema de las historietas, me dispuse a gastar mis únicos $25 en uno de sus libros y llegé al último lugar de la fila a esperar. Delante mío, una señora, paqueta, se jactaba de tener un hijo periodista deportivo que trabajaba en Fox. No contenta con su ejemplar de "Yo, Matías", pidió un papel "para que mi hijo lo cuelgue en un cuadro", y tuvo la gran idea de comprar una agenda Los Simpsons (en oferta) para que "me haga el dibujito de Homero"... y, no conforme, preguntó a una vendedora si "¿me hará a Gaturro?". No me pregunto si hubiera golpeado a la señora luego de algunos Fernet, sino que me pregunto cuántas veces hubiera hecho estallar su pequeño cerebro contra uno de los mostradores.
Sendra espera que lo joda la vieja hinchapelotas En definitiva, la decepción que me traje conmigo luego de la ausencia de Fernet, no fue exclusiva. Dispuesto a comprar un pancho en la puerta de la Sociedad Rural, encontré la imagen familiar del hijo, pidiendo a la madre que extraiga un Fernando de la máquina expendedora.
-"No, mamá, quiero Fernando!" -"Pero te digo que no sé qué dice, no sé leer!"

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