Lo que trae como cola la renuncia de Mostaza Merlo a la dirección técnica de Central, es el inevitable análisis de sus últimos laburos. El más resonante caso fue en River, donde se fue luego de que el Muñeco Gallardo entrara al vestuario (según algunos comentarios en un interesante estado) y le dijera unas cuantas cosas sobre su estilo de juego. Está claro, River acostumbrado a jugar por abajo y llegar siempre al arco rival, proponía por entonces un doble 5 completamente defensivo, que apostaba al error del contrario. Pero de esta misma manera, Merlo había logrado el título con Racing luego de más de 30 años de nada de nada, cosa que aún hoy no ha conseguido otro entrenador, y además Racing pelea puestos del descenso. En Ecuador, a Mostaza, le pasó lo mismo. Ahora en Central, con tan solo una palabrita del Equi González, ya explotó y decidió irse aún cuando logró en 5 fechas más puntos que su antecesor en 9.
Fuera del análisis futbolístico, el cual dejo a los fabulosos analistas deportivos, el tema me lleva a pensar que ser amigo de Merlo debe ser insoportable. Ya sea en las salidas, en reuniones con amigos en casa, en una cena, el tipo debe pensar que el mozo conspira contra él, que seguro el fernet con cola que pedimos nosotros no está tan rebajado como el que le dio el barman. Si le proponemos ir a la parrilla de Floresta, no va a tardar en imaginar que en realidad lo estamos llevando a una feroz jaula de leones. En una fiesta en la casa de amigos es el que se queda parado contra el marco de la puerta observando los detalles, haciendo cuernitos cuando alguien cambia un cd de música. Más allá de lo molesto que debe ser que te despierten a las 4 de la mañana por teléfono para que esa voz rasposa y lijada te pregunte de manera insistente y exija explicaciones de por qué no fuiste a jugar al truco.
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