martes, 6 de noviembre de 2007

Piiiiiiiii

Una gris sensación recorrió de punta a punta el cerebro de Julio. La nube atacó de inmediato su mirada y al minuto siguiente el vaso de gaseosa que sostenía cayó y rodó por la mesa hasta caer al suelo. Julio se levantó y fue a la ventana. Fue el impulso, que lo empujó a hacer eso. Era allí. Tenía que suceder allí. Hay pocos momentos en la vida en los que a uno lo ataca la certeza. A veces es con relación a un razonamiento, a un pensar. Otras veces puede ser intuitivo, como en este caso. Julio la tuvo y con toda seguridad, sin tener siquiera tiempo a preguntarse, se levantó de la silla y fue a la ventana. Hacía unos minutos había estado lloviendo en Buenos Aires y la calle era prueba perfecta de ello. El asfalto podía ser una trampa mortal para cualquier automovilista desprevenido y algún peatón descuidado. O viceversa. La certeza de Julio no era con relación a la responsabilidad de terceros. Era en relación a un momento. Allí sería, en ese momento exacto, tal vez unos segundos más tarde, tal vez apenas antes de darse cuenta, o milésimas de segundos antes. Pero aún no había ocurrido, no podía ser, no había en las calles algo que pudiera demostrar que así hubiera sido. Los ojos de Julio se abrieron más de lo habitual. Acarició unos segundos su espesa barba dispuesto a no perder detalle del escenario. Todos sus sentidos estsban puestos en el momento. Levantó el vidrio para no dejar detalle librado al azar, Esperó, tan solo tenía que esperar. LA ansiedad le llenaba el pecho, se le acumulaba en la garganta, por apenas un segundo temió que su garganta se secara por completo, pero no podía permitir que el acto de ir a buscar otro vaso con líquido le arruinara el mejor momento del día. De la semana. Tal vez del mes. Comenzó a sacar la mitad de su cuerpo hacia fuera, ya estaba al caer, ya venía, ya tenía que pasar. Era ahí, en ese momento, no podía ser otro, no podía equivocarse, todo iba a ocurrir en tan solo unos segundos, como todos los placeres actuales, o gran parte de ellos, serían efímeros, tic tac, efímero. Se quito de la mente ese recital donde había escuchado ese tema para no distraerse. De pronto comenzó a escuchar, estaba acercándose, se agrandaba el sonido como un monstruo terrible, arrasando la ciudad, a pasos agigantados, destruyendo todo a su paso, acabando con todo. Como un bólido, sin respetar semáforos, pasó el auto de color violeta, impecable a pesar de la tormenta, dejando el rastro de las llantas en el asfalto mojado y el maldito ruido del nuevo hit de la banda Miranda. Fue entonces, en el instante justo en que pasó frente a su ventana, que Julio abrió la boca, y expresó todo eso que querían decir sus pulmones desde el instante en que su cerebro comenzó a ser inundado por un nubarrón de certeza, y todo se dispersó en el mismo grito. -PUUUUUUUUUUUTTTTTTTTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO –

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