viernes, 31 de agosto de 2007

Lo cotidiano

El día transcurre prácticamente igual cada vez, con situaciones que son las mismas pero que uno disfraza inconscientemente para vivirlas como la primera vez. Todos tenemos una manera de encontrarle la vuelta al día a día, tal vez con la televisión, tal vez con la mala manera de decir las cosas y hasta con algún segundo en el que suspiramos profundo por alguien a quien extrañamos. Aprender a vivir siempre de la misma manera puede resultar monótono, es más, debería resultar monótono, pero nos empeñamos en que no sea así yendo al trabajo por una calle distinta. En mi caso, las preguntas son siempre las mismas, pero las respuestas no, y es una manera de manejar esa cosa de siempre y transformarla en algo distinto. Por más que el café tenga siempre el mismo gusto, tomar una taza hace que el día sea distinto. La gente entre sí también colabora con ello, por eso se vuelve impredecible en un momento y por unos días no se hablan, un día se pelean a muerte y al siguiente se dan un abrazo y un beso y se desean mutuamente felices vidas con cierto rencor, que pasa entonces a ser nuevo. Mis preguntas son siempre infiernos propios, ideas de cosas que me van a pasar y que nunca son las más lindas, tal vez una especie de sistema de defensa o una forma de hacer que las cosas buenas que me pasen sobrepasen el nivel y pasen a ser inolvidables. O quizás son restos de lo que alguna vez solía ser, y que ahí están como cenizas de cigarrillo que escapan al cesto de basura y quedan rondando por los rincones y debajo de los muebles. Y las respuestas están dando vueltas como el humo que no quiere irse y ahí está, dando vueltas. Disparatadas, graciosas y hasta las más tristes que terminan tirando abajo todo lo que puedo querer. Y es algo que pasa siempre, pero nunca termina de ser rutinario. Extrañar a alguien que ya no está es algo que, quienes sufrimos una pérdida, hacemos todos los días, sin darnos cuenta, incluso en sueños. Pero tampoco parecemos cansarnos de ello y nos revuelve el pecho con esa mezcla de angustia y de tristeza infinita. Pero no es rutinario, aunque le dediquemos todos los días unos minutos. Personalmente no suelo cansarme de lo diario por el simple hecho de que nunca es lo mismo. Y paradójicamente siempre lo digo, estoy cansado por algo, todo el tiempo lo mismo, y resulta que nunca es igual, salvo por los fabulosos deja vu. Sin embargo la monotonía en algún punto es más que tan solo estabilidad emocional. Es algo más. Es algo que deja de lado todo lo tremendo que pueda estar pasando en el mundo. Es el mismo mundo girando, dejando de ser y volviendo a ser lo que habíamos dejado ayer antes de acostarnos. “¿Seguridad?”, me pregunto a mí mismo y me siento un poco capitalista, otra sensación que puede ser cotidiana y llega a no ser rutinaria solo por el hecho de no gustarme. Me enoja pernsarlo, pero no me parece algo de ‘siempre lo mismo’. Al fin de cuentas siempre termino pensando igual. Y las cosas y personas que me salvan también, están allí. Y eso, señores, nunca va a pasar a ser una rutina.

No hay comentarios: