domingo, 4 de julio de 2010

Aquellos llantos

Frente al televisor Sansei estaba con mi viejo y mis hermanos.  Tenía 9 años y estaba triste, devastado.  Ya había estado llorando cuando perdíamos 1 a 0 con Italia hasta el gol de Caniggia.  Pero ahora no lo hacía, estaba triste.  Hasta que apreció esa imagen y largué, el llanto casi incontrolable. Me fui a llorar a mi pieza, contra la almohada.

 En la primera bandeja de la cancha de Boca, el lujo había sido ver tamaños jugadores ahí nomás, casi escuchar sus gritos, sus reclamos al piojo López para que picara a buscar una descarga.  Ese momento de discurso, esa frase cargada de espontaneidad y culpa.  Como un cierre a una etapa de una generación.  No pude evitarlo.

Con la lógica amargura, una mejor calidad de televización.  Triste, algo decepcionado, con bronca, pero menos que la de 4 años atrás.  Alguna lágrima rebelde, de esas que ya pensé no tener, cayó por sobre mi mejilla.  Mi sobrino, de 12 años, lloraba en su cama, contra la almohada. 


Acción de quiebre: De repente escuché el llanto de mi otro sobirno, de 4 años.  Bajaba por la escalera, con un lamento algo más agitado.  "Mi papa no me quere ieva a la plaza".  Qué mejor para volver al mundo que un motivo para llorar que puede ser remediado.

2 comentarios:

Lic_jasper dijo...

mi hermano se fue a jugar a la pelota media hora despues del hecho.
Me parece que solo aca puede pasar eso, desagotar el desconsuelo jugando a la pelota...

Paco dijo...

Ja ja, por lo menos a uno cagás a patadas, mínimo